En la vastedad silente del espacio, la Base Lunar Alfa era el único faro de humanidad en medio de la desolación lunar. Durante años, un grupo selecto de astronautas había vivido y trabajado en esta estructura metálica, monótona y fría, realizando experimentos científicos que desafiaban los límites del conocimiento humano. Pero aquella noche, todo cambiaría.
Eran las 3 de la madrugada, y el silencio era absoluto en la base. Los astronautas se encontraban en sus respectivos compartimentos, tratando de conciliar el sueño en un mundo donde la noche nunca terminaba. De repente, una extraña vibración comenzó a sacudir la base. Los monitores se volvieron locos, y las luces se apagaron. El pánico se apoderó de la tripulación mientras luchaban por entender lo que estaba sucediendo.
Con linterna en mano, el comandante Anders, comenzó a explorar el pasillo principal. Los demás astronautas lo seguían con miradas nerviosas, pero nadie se atrevía a decir una palabra. Fue entonces cuando lo vieron: dos figuras en el extremo del pasillo, emergiendo de las sombras. Eran altos, más altos que cualquier humano, con cuerpos escamosos que brillaban con una luz tenue y perturbadora. Sus ojos eran negros y sin vida. No eran criaturas lunares; eso estaba claro.
El comandante Anders, tratando de mantener la calma, se acercó a los seres y les habló en todos los idiomas que conocía, pero no obtuvo respuesta. Los seres simplemente lo miraban con sus ojos insondables, como si estuvieran escudriñando su alma.
La tensión en la base era palpable. Los astronautas se agruparon detrás del comandante, tratando de comprender lo que estaba ocurriendo. Fue entonces cuando uno de los seres extendió una mano, una mano cubierta de escamas y tentáculos viscosos. Lentamente, acercó su mano al casco de Anders y comenzó a acariciarlo. Era una caricia fría y desagradable que parecía penetrar hasta el núcleo de su ser.
El comandante intentó retroceder, pero estaba paralizado por una extraña sensación de tranquilidad que lo invadió. Los otros astronautas también estaban siendo acariciados por los seres, y sus rostros reflejaban una mezcla de terror y éxtasis. Ninguno de ellos podía resistirse.
Horas después, cuando los seres se retiraron, la base quedó en silencio una vez más. Nadie hablaba de lo que había sucedido, como si estuvieran bajo un extraño hechizo. Pero el comandante Anders sabía que algo terrible había ocurrido. Había visto algo en los ojos de esas criaturas, algo que lo perseguiría hasta el fin de sus días.
En las semanas siguientes, la tripulación de la Base Lunar Alfa comenzó a comportarse de manera extraña. Sus mentes se volvieron cada vez más distantes, y sus ojos se oscurecieron. Nadie sabía lo que les había sucedido, pero todos podían sentir que algo malévolo se había apoderado de ellos.
La base lunar se convirtió en un lugar de pesadilla, donde las sombras se movían por sí solas y extraños susurros llenaban los pasillos. Los astronautas, ahora irreconocibles, acechaban en la oscuridad, esperando a que llegara la siguiente visita de los seres que habían trastornado sus vidas para siempre.
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