20 septiembre 2023

Día de los MUERTOS para MASCOTAS

La noche estaba tranquila, iluminada por un manto de estrellas que titilaban en el cielo como susurros lejanos. En la pequeña casa, María encendió una vela y la colocó junto a la foto de su amado perro, Max. Habían pasado varios meses desde que Max había cruzado el umbral de la vida, dejando un profundo vacío en el corazón de María.

Max había sido más que un simple perro. Había sido su compañero leal durante más de una década. Juntos habían compartido innumerables aventuras, risas y lágrimas. A menudo, María había sentido que Max entendía sus pensamientos más profundos, como si hubieran compartido un lazo espiritual inquebrantable.

Esa noche, María decidió honrar a Max de una manera especial. Colocó su plato de comida favorita y una golosina al lado de la vela encendida. Se sentó en el suelo, mirando la foto de Max con ojos llenos de nostalgia.

Mientras las horas pasaban lentamente, María comenzó a sentir una presencia extraña en la habitación. Un escalofrío recorrió su espalda mientras miraba fijamente la foto. La luz de la vela parpadeó y se agitó como si una brisa invisible la hubiera tocado.

Entonces, lo que sucedió a continuación la dejó sin aliento. Delante de sus ojos incrédulos, una figura etérea comenzó a tomar forma. Era Max, su peludo amigo, pero su cuerpo ahora estaba envuelto en una especie de luz etérea. Sus ojos, llenos de amor y gratitud, se posaron en María.

"No puedo quedarme mucho tiempo", pareció susurrar Max en su mente. María no podía creer lo que estaba experimentando. "Estoy bien, mamá. Estoy en un lugar hermoso donde todos los perros pueden correr y jugar sin fin. Quería decirte cuánto te amo y cuánto aprecio todo lo que hiciste por mí".

Las lágrimas rodaron por las mejillas de María mientras asentía, incapaz de encontrar las palabras adecuadas. Max se acercó a la comida que María había dejado y comenzó a comerla, como si su espíritu pudiera saborearla.

Después de un tiempo que pareció tanto eterno como efímero, Max comenzó a desvanecerse. "Te amo, mamá", susurró de nuevo antes de que su figura se disolviera en la penumbra.

María sabía que esa experiencia era un regalo especial, una oportunidad para decir adiós y recibir la paz que necesitaba. A partir de esa noche, siguió encendiendo una vela y dejando comida para Max en cada aniversario de su partida, sabiendo que su leal amigo siempre estaría cerca, velando por ella desde el más allá.


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