En lo profundo del bosque, donde los árboles se alzaban como gigantes dormidos, vivía un leñador solitario llamado Samuel. Pasaba sus días cortando troncos y recogiendo leña para ganarse la vida, aislado del bullicio del mundo exterior.
Samuel había oído historias, cuentos susurrados alrededor de fogatas, sobre una criatura misteriosa que acechaba en lo más oscuro del bosque. La llamaban "El Acechador del Abismo", un ser de pesadilla que nadie había visto realmente y regresado para contarlo. Samuel siempre había sido escéptico acerca de esas historias, considerándolas como cuentos de campesinos temerosos de la noche.
Una tarde, mientras Samuel se aventuraba más profundo en el bosque en busca de una madera particularmente valiosa, comenzó a sentir una extraña sensación de que estaba siendo observado. Sus pasos se volvieron más cautelosos, y sus ojos escudriñaban la espesura del bosque en busca de cualquier indicio de peligro.
El sol comenzaba a ponerse y los bosques adquirían una oscuridad inquietante. Samuel decidió regresar a su cabaña antes de que la noche cayera por completo. Pero cuando se dio la vuelta, una sombra gigante y oscura se alzó detrás de él, bloqueando su camino de regreso.
Era imponente, una bestia híbrida de aspecto monstruoso. Sus ojos brillaban con una luz amarilla siniestra, y sus garras eran como cuchillas afiladas. Samuel sintió el frío sudor correr por su espalda mientras retrocedía, pero la criatura lo seguía de cerca.
El Acechador del Abismo se movía con sigilo y rapidez, como si conociera cada rincón del bosque. Samuel luchó desesperadamente por escapar, pero la criatura parecía anticipar cada uno de sus movimientos.
Así que, exhausto y sin esperanzas, Samuel se dio cuenta de que su vida estaba llegando a su fin. Cerró los ojos, esperando el ataque fatal de la bestia. Pero en lugar de eso, escuchó un rugido aterrador que no provenía del Acechador.
Un grupo de lobos se abalanzó sobre la criatura desde la oscuridad, librando una feroz batalla en la que rugidos y aullidos se mezclaban en una sinfonía macabra. Samuel aprovechó la oportunidad y corrió hacia su cabaña.
Cuando miró por la ventana, vio cómo los lobos finalmente vencían al Acechador, que desapareció en la espesura del bosque. Los lobos, en lugar de atacar a Samuel, se dispersaron lentamente, como si hubieran cumplido su misión.
Desde ese día, Samuel nunca volvió a adentrarse tan profundamente en el bosque. Había visto algo que desafiaba toda explicación y, aunque continuó viviendo en su cabaña, siempre mantuvo un ojo vigilante en los oscuros rincones del bosque, consciente de que, en lo profundo de la noche, el Acechador del Abismo seguía esperando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario