25 septiembre 2023

BOSQUE ROJO

En lo profundo del bosque oscuro y frondoso, en una cabaña solitaria cerca de un río tranquilo, vivía un leñador llamado Jonas. Había escogido una vida alejada de la civilización, donde solo el sonido del viento entre los árboles y el canto de los pájaros perturbaba su paz. Era un hombre rudo y curtido por los años de trabajo en el bosque, pero nunca se había enfrentado a algo como lo que estaba por experimentar.

Una noche, cuando la luna brillaba en el cielo estrellado, Jonas escuchó un sonido escalofriante en el bosque. Era un aullido gutural y ominoso, como ningún animal que hubiera escuchado antes. Levantó su hacha, alerta, y salió a investigar. Lo que encontró lo dejó paralizado.

Bajo la luz tenue de la luna, vio figuras borrosas moviéndose entre los árboles. Eran demonios rojos, criaturas infernales con ojos ardientes y garras afiladas como cuchillas. Emitían risas siniestras y parecían danzar en el bosque, moviéndose con una agilidad sobrenatural. Jonas sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal mientras los observaba desde las sombras.

Los demonios rojos parecían estar jugando, como si el bosque fuera su patio de recreo infernal. Se reían y cantaban en un idioma gutural que Jonas no podía comprender. A medida que se acercaban, pudo ver sus rostros retorcidos por la malicia, con dientes afilados que brillaban en la oscuridad.

Aterrorizado, Jonas retrocedió lentamente, tratando de alejarse de esas horribles criaturas. Pero los demonios rojos lo habían detectado. Se lanzaron sobre él con una velocidad increíble, sus garras afiladas listas para desgarrarlo. Jonas luchó con todas sus fuerzas, usando su hacha para defenderse, pero se dio cuenta de que estaba enfrentando a algo que no pertenecía a este mundo.

En medio de la feroz lucha, Jonas logró herir a uno de los demonios, haciéndolo retroceder con un chillido agudo y doloroso. Esto pareció enfurecer al resto de los demonios, que redoblaron sus ataques. Jonas sabía que su vida pendía de un hilo, y con un último esfuerzo, logró abrirse paso y correr de regreso a su cabaña.

Encerró la puerta con un trozo de madera y se quedó jadeando en la penumbra, escuchando los horribles chillidos de los demonios afuera. Golpeaban la puerta con fuerza sobrenatural, como si quisieran arrancarla de sus goznes. Jonas sabía que no sobreviviría si lo atrapaban.

La noche fue interminable, pero finalmente, cuando los primeros rayos del sol aparecieron en el horizonte, los demonios rojos se retiraron al bosque. Jonas permaneció en su cabaña, temblando de miedo, hasta que estuvo seguro de que habían desaparecido por completo.

Nunca volvió a aventurarse en lo profundo del bosque. Las cicatrices de esa noche de terror nunca se desvanecieron por completo, y las risas siniestras de los demonios rojos lo perseguirían en sus pesadillas durante el resto de sus días. Desde entonces, su cabaña se convirtió en un lugar maldito, una advertencia para todos los que se aventuraban demasiado lejos en el oscuro corazón del bosque.



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